Una ciudad se distingue por la calidad de vida que brinda a sus ciudadanos. La seguridad, educación, la oferta de centros de salud y de recreación son los pilotos para una buena calidad de vida.
En “la pequeña Venecia sudamericana", cerca de la costa, se encuentra una hermosa ciudad llamada Lechería, la cual, es la mejor representación del sobrenombre colocado por los españoles en la época de colonización a Venezuela.
Lechería es una ciudad pequeña, a lo largo de su avenida principal cientos de restaurantes compiten entre sí para ganarse la clientela de turistas y aledaños. Se combinan de una manera peculiar grandes y bonitas casas, edificios, centros comerciales y el mar. La mitad de la parte residencial son edificaciones que están sobre el agua, en su mayoría tienen piscina, fachadas lujosas y estacionamientos llenos de vehículos último modelo.
El gentilicio es otro punto que marca la diferencia. Por estar cerca de centros petroleros, su población es cada vez menos homogénea, llena de extranjeros. Sin embargo, es el clima del municipio lo que atrae a tantas personas. Yo la llamaría más bien la pequeña Miami de Venezuela, porque la ciudad está rodeada de playas, yates, lugares costosos y pancartas políticas de colores azul y amarillo que dejan claro que es territorio cien por ciento opositor al gobierno venezolano.
Los habitantes defienden y cuidan del municipio, como si fuese una tacita de oro, pero ¿es realmente Lechería la ciudad de ensueño que nos pintan las agencias turísticas? ¿Podemos dejarnos responder por la Hummer que está del otro lado de la calle?
Una vez más, la apariencia no lo es todo. La supuesta calidad de vida, que a primera vista parece ser, no es completamente verdad. Los servicios básicos tienen un mal funcionamiento. Como la ciudad ha crecido desmedidamente en los últimos años, no está preparada para cubrir las necesidades de la población.
Es común que un apartamento lujoso no tenga agua o falle la electricidad. El aseo urbano ya ha comenzado a presentar problemas por un desacuerdo existente entre la empresa Sateca C.A. y la alcaldía de Urbaneja, la vialidad ya exhibe los resultados de una mala gerencia municipal, las colas para adquirir productos en escasez han llenado las calles de multitudes que no residen en el municipio, y que han incidido en el aumento de la inseguridad en el territorio, y por último no podemos dejar de mencionar la inundación de las calles en épocas de lluvia.
Queda en evidencia, a pesar de que poseer una propiedad en este municipio es sinónimo de prestigio y de un estatus económico muy superior, pues las ventas de inmuebles en su mayoría se realizan en dólares, las apariencias engañan. El ascensor privado, la cocina glamorosa con tope de granito, el calentador de agua, y el aire acondicionado son lujos de plastilina. A pesar de que pensamos que viven de maravilla, los ciudadanos de Lechería siguen sin escapar de la realidad venezolana, sufren los mismos males que los que habitan el ranchito del cerro más alto del país, sólo que con una apariencia más bonita, simplemente maquillado.
En “la pequeña Venecia sudamericana", cerca de la costa, se encuentra una hermosa ciudad llamada Lechería, la cual, es la mejor representación del sobrenombre colocado por los españoles en la época de colonización a Venezuela.
Lechería es una ciudad pequeña, a lo largo de su avenida principal cientos de restaurantes compiten entre sí para ganarse la clientela de turistas y aledaños. Se combinan de una manera peculiar grandes y bonitas casas, edificios, centros comerciales y el mar. La mitad de la parte residencial son edificaciones que están sobre el agua, en su mayoría tienen piscina, fachadas lujosas y estacionamientos llenos de vehículos último modelo.
El gentilicio es otro punto que marca la diferencia. Por estar cerca de centros petroleros, su población es cada vez menos homogénea, llena de extranjeros. Sin embargo, es el clima del municipio lo que atrae a tantas personas. Yo la llamaría más bien la pequeña Miami de Venezuela, porque la ciudad está rodeada de playas, yates, lugares costosos y pancartas políticas de colores azul y amarillo que dejan claro que es territorio cien por ciento opositor al gobierno venezolano.
Los habitantes defienden y cuidan del municipio, como si fuese una tacita de oro, pero ¿es realmente Lechería la ciudad de ensueño que nos pintan las agencias turísticas? ¿Podemos dejarnos responder por la Hummer que está del otro lado de la calle?
Una vez más, la apariencia no lo es todo. La supuesta calidad de vida, que a primera vista parece ser, no es completamente verdad. Los servicios básicos tienen un mal funcionamiento. Como la ciudad ha crecido desmedidamente en los últimos años, no está preparada para cubrir las necesidades de la población.
Es común que un apartamento lujoso no tenga agua o falle la electricidad. El aseo urbano ya ha comenzado a presentar problemas por un desacuerdo existente entre la empresa Sateca C.A. y la alcaldía de Urbaneja, la vialidad ya exhibe los resultados de una mala gerencia municipal, las colas para adquirir productos en escasez han llenado las calles de multitudes que no residen en el municipio, y que han incidido en el aumento de la inseguridad en el territorio, y por último no podemos dejar de mencionar la inundación de las calles en épocas de lluvia.
Queda en evidencia, a pesar de que poseer una propiedad en este municipio es sinónimo de prestigio y de un estatus económico muy superior, pues las ventas de inmuebles en su mayoría se realizan en dólares, las apariencias engañan. El ascensor privado, la cocina glamorosa con tope de granito, el calentador de agua, y el aire acondicionado son lujos de plastilina. A pesar de que pensamos que viven de maravilla, los ciudadanos de Lechería siguen sin escapar de la realidad venezolana, sufren los mismos males que los que habitan el ranchito del cerro más alto del país, sólo que con una apariencia más bonita, simplemente maquillado.
Autoridades, ¡cuidado con las prioridades!
Yuriana González
Fotografía: extraída de Pinterest - Elida Fernández
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